'Érase
una vez en América' (1984) es una de las películas más bellas de
la historia del séptimo arte. Resulta sorprendente que, después de
haber ejecutado maravillas como 'El bueno, el feo y el malo' (1966) o
'Hasta que llegó su hora' (1968), el ya legendario Sergio Leone y su
equipo consiguieran superarse a sí mismos de una manera tan
contundente. Pero lo hicieron.
Tal
vez, sólo tal vez, el film recuerde demasiado a 'El padrino: parte
II' (Francis Ford Coppola, 1974), con la que comparte mucho más que
una ambientación idéntica o la presencia de Robert De Niro. Parece
como si Leone, mucho más itálico que el propio Coppola, intentara
evitar esta comparación al presentar a la mafia judía en vez de a
la siciliana; pero no funciona. Aun así, los tonos e
intencionalidades de la cinta que nos ocupa son bastante diferentes a
los de su afamada partenaire. En gran parte, gracias a ese uso de los
silencios, las miradas y los momentos distendidos en el tiempo, tan
particulares del cineasta romano. Con ellos, consigue otros ritmos y
extrae otras interiorizaciones de los personajes. También, imposible
no decirle, le debe muchísimo a la indescriptiblemente hermosa
música de su habitual Ennio Morricone.
Desde
una perspectiva frívola, resulta el remate idóneo para la
trayectoria de este director antes de su deceso. Al fin y al cabo,
desde la llamada 'trilogía del dólar', su filmografía supone todo
un repaso de la América fantasiosa legada por el cine 'made in
Hollywood'. Aunque siempre, cabe añadir, maravillosamente
regurgitada desde una sensibilidad europea, con la que consigue ganar
a los yanquis en su propio juego. De esta manera, conduce a su
público desde el auge y el ocaso del Lejano Oeste, pasando por la
Revolución mexicana en '¡Agáchate, maldito!' (1971). Aquí le
lleva hasta el renacimiento de los Estados Unidos en la modernidad:
los códigos y los entresijos han cambiado, pero sigue siendo
reminiscente de aquellos parajes hostiles y desérticos, cruzados por
las balas y carentes de ley.
En
frío, no deja de ser una historia de tantas sobre los gánsteres de
la ley seca y su relación con los poderes públicos. Pero un metraje
tan extenso (al menos, en su edición europea) da para tocar muchos
temas: más en un cine como el de Leone, donde los personajes priman
sobre el medio por mucho que éste se muestre idóneo. Y si De Niro
está impresionante en ésta, no hay palabras para el trabajo James
Woods. Ambos nos hablan de la amistad, de la juventud y del paso del
tiempo. Este reparto insuperable también cuenta con la relativamente
breve participación de una jovencísima Jennifer Connelly: uno casi
se espera ver a su contrapartida adulta con el paso del tiempo.
Como
toda buena peli de Leone, la trama arranca con un asesinato a tiros y
con el planteamiento de un misterio; y girará en torno a 'Noodles',
un cachorro que, como Vito Corleone, sabrá ascender desde lo más
bajo del escalafón criminal para convertirse en uno de los
indiscutibles reyes de la ciudad. No lo hará solo; y, en este
contexto, su amistad con Max y su amor por Deborah le dividirán
constantemente a lo largo de toda su vida. El quid del largometraje
no será otro que, precisamente, la capacidad de elección; y,
siguiendo el hilo de este discurso, el montaje no lineal cobrará su
auténtica significación en su tramo final. Los espectadores más
sagaces podrán llegar a preguntarse si, acaso, nuestro protagonista
llegó a abandonar realmente el fumadero de opio donde le vimos al
principio de todo. Y es entonces cuando deberán elegir. Como hace
Noodles en última instancia. Como llevaba haciendo, realmente, desde
el principio.
Que
es, al fin y al cabo, para lo bueno y para lo malo, en lo que
consiste la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario