24 de junio de 2014

Cine + Teatro: 'La Gata sobre el Tejado de Zinc (Caliente)'.

Leer La Gata sobre el Tejado de Zinc me ha supuesto el equivalente emocional de arrancarme un grano de los gordos delante del espejo: los sentimientos entremezclados de vulnerabilidad, dolor, alivio y placer se han dado en una proporción y en una sucesión muy similares aunque, como cabría esperar, a niveles muy distintos. Y es un símil muy apropiado ya que, en cierta manera, eso es lo que hacen los personajes que vamos a comentar: sacarse la ponzoña de dentro del modo más violento, auto-dañino, expresivo y satisfactorio.

Siempre he defendido que las piezas teatrales se disfrutan más viéndolas representadas que leyéndolas; a fin de cuentas, tal es su objetivo. O, al menos, lo es en la mayoría de los casos: de todo habrá y de todo hay en los valles del Señor... Del Señor Joe Pesci, se sobreentiende: tomando el ejemplo de George Carlin, es la única entidad a la que le rezo. Pero, volviendo al tema: la cuestión es que, a pesar no haber tenido el placer de verla escenificada en vivo, sí que he gozado en alguna que otra ocasión con la adaptación fílmica protagonizada por Paul Newman y Elizabeth Taylor (y estrenada en España entre 1959 y 1960, para más señas), bastante célebre de una manera muy merecida. Me esperaba ciertas divergencias pero, aun así, mi sorpresa ha sobrepasado con creces todas mis expectativas.

La carátula del DVD.

Amables lectores sin consanguinidad conmigo, si es que existís: si alguno de Ustedes adquiriese el librito de marras, vería que en la portada aparece el nombre de Tennesse Williams. Sin embargo, sería más justo aclarar que fue un trabajo en conjunto, ya que las distintas versiones que existen del texto son diferentes combinaciones sobre el manuscrito primigenio de este autor de las ideas y sugerencias de Elia Kazan. Siendo sincero, este reconocimiento me duele en el alma ya que, en la redacción de estas líneas, he descubierto que fue un delator durante la Caza de Bruja maccarthista. A uno le entran ganas de volver a ver Buenas Noches & Buena Suerte, esa peliculilla de 2006 con la que George Clooney demostró ser todavía mejor director que actor y que viene a colación del tema. Pero bueno, perdono a Kazan por llevar a la gran pantalla Un Tranvía llamado Deseo, también basada en una obra de Williams. Además, no creo que le afectara mi ira en lo más mínimo, y mucho menos donde está ahora mismo.

Espero que sepan disculparme si divago en demasía, pero escribir sobre Williams, o sobre Kazan, invita a tratar muchos otros temas. El más apetecible, claro está, es el del buen cine; y más ahora que hemos sacado a colación esa otra maravilla del Hollywood de los cincuenta, con Marlon Brando y Vivien Leigh más guapos y espléndidos que nunca. Sin embargo, ése me lo reservo para otra ocasión; centrémonos en ésta en La Gata.

El Señor Williams.

El personaje al que alude el título es Margaret, o Maggie, una hermosísima y atractiva mujer casada con un adinerado ex-deportista en declive físico, entregado a la bebida; ambos se encuentran inmersos en una gravísima crisis matrimonial, con su correspondiente sequía sexual. Para más inri, están en el cumpleaños y en la casa de su suegro, el de Maggie: un hogar lleno a rebosar de hipocresía, de insinceridad y de una falta de amor dolorosa. El abuelete en cuestión es un ricachón temperamental, orgulloso, autoritario y mujeriego, que no oculta el desprecio lacerante que siente por casi todos los miembros de su familia y que se está muriendo de cáncer sin saberlo. En definitiva: el caldo de cultivo propicio para que el cúmulo de mentiras y sentimientos reprimidos acabe por explotar y salpicar a todos como una burbuja de aceite hirviendo.

De todas las variaciones que existen de La Gata, la que un servidor ha tenido oportunidad de disfrutar es la definitiva en palabras del propio Williams. A pesar de ello, encuentro que el largometraje es bastante superior: tanto la trama como los diálogos que la componen están desarrolladas de manera más fluida y ordenada: diálogos magistrales, espléndidos, sobre la vida y la muerte, sobre el amor y su ausencia, sobre el odio, sobre la descendencia y el legado, sobre el deseo. Opta por colocar cada parlamento en su lugar apropiado, tanto en el tiempo como en el espacio; y es que, mientras que en el original todo sucede en la misma habitación a un tiempo real, la cinta de Richard Brooks se permite explorar el caserón al hacer que sus personajillos lo recorran. Especialmente memorable me parece esa conversación en el sótano, de la que no revelaré detalles. Esta puesta en escena tan divergente elimina cierta tensión claustrofóbica, pero se obtiene a cambio una mayor expresividad escénica, así como la posibilidad de ilustrar acontecimientos que antes sólo eran sugeridos. El producto cinematográfico también gana en Gooper, el otro hijo del moribundo, que adquiere una tridimensionalidad inédita en el papel.

Cartel.

Sin embargo, la clave de esta historia reside en su emotividad, y ésta es mucho más sincera e intensa en el original. Las expresiones malsonantes y las alusiones al sexo, incluyendo la posible homosexualidad de Brick o de su antaño mejor amigo, el constantemente mencionado Skipper, son mucho más explícitas: a eso se suma el hecho de que Maggie y este último realmente follaron, o lo intentaron, sin recovecos. El filme más elegante en sus maneras, pero queda demasiado descafeinado en la comparación: sólo evita la derrota gracias a la buena dirección de Richard Brooks y a ese reparto tan difícil de superar. Uno se estremece sólo de pensar en lo que habría supuesto un acercamiento más fidedigno a la visión de Williams por parte de este mismo elenco. Lo cierto es que da pie a reflexionar sobre lo avanzado del teatro en tanto que el séptimo arte de la misma época todavía seguía constreñido por la censura. O sobre las necesidades a la hora de adaptar de un medio a otro.

Con todo esto no pretendo desmitificar al que es, en justicia, una de las películas más citadas; por el contrario, desde estas líneas, quisiera recomendárselo a todos los que hayan tenido la paciencia suficiente para seguirme hasta aquí. Pero quisiera que lo abordaran siendo conscientes de los aspectos aquí anotados. La belleza de La Gata sobre el Tejado de Zinc, en todas sus formas, es la belleza de la emoción humana, algo a lo que resulta permeable incluso el alma más cínica; y si bien la producción no termina de recoger el impacto ni la fuerza que debiera, filtra bastante para justificar sobradamente su posición en la Historia del cine. Únicamente deseaba trasladar mis elogios a una lectura que ha conseguido conquistarme de pleno, aun teniendo semejante homónimo con el que medirse.

20 de junio de 2014

Cine: 'La Dama Boba'.


La Dama Boba (Manuel Iborra, 2006) es uno de los tantísimos descubrimientos que le debo a la Biblioteca Pública de mi localidad. Aunque es bastante reciente, se basa en un texto escrito por Don Lope de Vega (1562-1635) en el año 1613 de nuestro Señor, algo que es de suma importancia a la hora de valorarla y, todavía más, de disfrutarla.


El filme comienza en casa de una tal Señora Octavia, que vive en compañía de sus dos hijas. La primera de ellas, Nise, que despierta vivas pasiones entre el sexo masculino, es una señorita culta e inteligente, que incluso llega a ser calificada de pedante por su progenitora y a la que veremos habitualmente con libros entre las manos. Por contra, su hermana Finea es su reflejo contrario, siendo la muchacha en exceso inocentona, estúpida, testaruda y analfabeta a la que alude el título.

Entre los pretendientes de ambas, Laurencio y Liseo, se establece otro juego de espejos similar al que las define a ellas. El uno es bastante viril y tremendamente atractivo en su sinvergüencería, en tanto que el refinamiento del otro alcanza un estatus de amaneramiento ridículo. Esta contraposición se hace notar en los duelos, donde el último resulta un auténtico inútil; Octavia misma llega a mostrar más dignidad con la espada en mano. Laurencio, pobretón y perseguido, comienza a cortejar a Nise, pero decide trocar el objetivo de sus atenciones románticas por Finea con motivo de la mayor dote que recibiría de ella. Liseo realiza el camino inverso: entra en casa de Octavia como prometido oficial de la boba, pero ésta le repele con sus boberías al tiempo que empieza a sentirse embelesado por la otra, que casa mejor con sus finuras y gustos.

El primer encuentro entre los dos deriva en conflicto al creerse enfrentados por una causa y una mujer en común. El malentendido se resuelve cuando descubren sus verdaderas intenciones, pasando de ser fieros enemigos a compartir risas y confabulaciones. Sin embargo, esta alianza es débil, dada la naturaleza voluble, mezquina y traicionera que comparten. Además, deberán afrontar un doble escollo en Nise y Octavia. La última sólo quiere salvaguardar el honor de su familia y la palabra dada; la primera todavía sigue perdidamente enamorada de Laurencio, por lo que no dudará en exigirle a Finea que lo abandone, así como en desdeñar los ofrecimientos de Liseo. Los torpísimos intentos de la boba por desenamorarse de quien por fin había conseguido seducirla sólo empeoran la situación y provocan renovadas iras en su hermana y en su madre.

Póster de la película.

El amorío entre Finea y Laurencio tiene su reflejo caricaturesco en el que viven a la vez sus respectivos criados, una Clara tan tonta como su ama y un Pedro todavía más pobretón y hambriento que su señor, con el que comparte su carácter interesado. “Amé porque tú amabas y olvidaré porque tú olvidas”, llega a expresar la lacaya. Este uso por parte de los sirvientes era muy habitual en las comedias de Lope; sin embargo, en este caso en concreto, al ser los romances de los señores ya de por sí bastante exagerados, tampoco tiene la importancia de otras obras suyas.

En los anteriores párrafos se han descrito algunos ejemplos del dualismo que se repite constantemente en el largometraje. Dualismos donde se juega a menudo con los opuestos y que giran sobre sí mismos, tornando las situaciones en los peores momentos. En otros casos, parece responder a una simple necesidad teatral de dotar de réplica a cada personaje. Así pues, Octavia decide sobre sus hijas en compañía de su amiga Gerarda a la vez que Laurencio y Pedro cuentan con dos aliados en el Poeta Duardo, intelectualmente afín a Nise, y en su amigo Feniso; ambos jugarán un papel sorprendente, aunque anecdótico, en el desenlace. Incluso son dos los instructores que se dejan ver en la cinta: el de letras y el de danzas, en sendos y divertidos cameos de Antonio Resines y Paco León

Lope en 'persona' (es un decir).

El propio Lope era un hombre dual, en tanto que era profundamente religioso y un mujeriego empedernido a un mismo tiempo, hasta el punto de que llegó a ser ordenado sacerdote sin dejar de lado sus escarceos. Llegó a tener esposas, amantes e hijos, tanto legítimos como ilegítimos, en gran cantidad. De hecho, escribió La Dama Boba para una de sus amantes, la actriz Jerónima de Burgos, que dio vida a Nise. Así pues, es más que posible que en el libreto, producido en su momento de mayor madurez creativa, refleje su concepción del amor: un amor ligado indisolublemente a los celos, que son motor fundamental de la trama, con todos sus giros. El amor de Lope también es dual como él mismo: se entiende en términos carnales pero, también, como experiencia espiritual. De hecho, uno de los ejes centrales de la narración es la virtuosa metamorfosis que vive Finea en carnes propias a consecuencia de ello, cual Patito Feo, aunque ella asegure inicialmente ser la misma de siempre.

Este último punto enlaza con otra de las cuestiones a tratar: la determinación por parte de las dos protagonistas a decidir sobre su propio destino, especialmente aguda en la Finea transformada. Por lo menos, en cuanto al apartado amoroso se refiere, aunque de este derive luego todo el porvenir que puedan tener luego. Hubiera sido un acierto, por lo tanto, que Octavia y Gerarda siguieran siendo varones como en el original (Octavio y Miseno), dado que ellos representan una voluntad y un punto de vista tradicionales, paternales y, por tanto, machistas, que son los que las dos hermanas transgreden. Sin embargo, a pesar de ello, ni Octavio/a ni Gerarda/Miseno son autoritarias, si no que ambas llegan a mostrarse comprensivas pese a sus creencias. Esto se deja notar en un desenlace que por no traicionar el espíritu jocoso del resto, resulta un tanto descafeinado.

Hablamos, por tanto, de una obra muy adelantada a su tiempo, que alaba el valor y la inteligencia de las mujeres y su derecho a escoger en el amor en igualdad de condiciones a los hombres. Ya en las aficiones doctas de Nise se intuye un elogio al atractivo de la mujer no en su sumisión al hombre si no, precisamente al contrario, en su equidad con él; algo que habla mucho y muy bien de Lope como amante. Sin embargo, no deja de ser un 'feminismo' muy primitivo, que en absoluto pretendió mutar el débil rol de la mujer en aquella sociedad si no que sirvió, incluso, para confirmarlo. También se encuentra encorsetado por las necesidades y premisas de la historia: a fin de cuentas, no dejan de ser seducidas por dos sujetos de ética reprobable, que las traicionan constantemente y que difícilmente las quieren de manera completa o sincera. En cierto modo, cuando Finea renace, lo hace como reflejo de un Laurencio en quien imita en argucias; de ahí, seguramente, cierta mirada como de reconocimiento por parte del varón en el momento en el que ella decide fingirse nuevamente mentecata.


Coronado y Abascal como Laurencio y Finea.

Ciñéndonos a esta representación moderna, destacan Robertos San Martín y José Coronado, que lo bordan como como los dos galantes. Particularmente este último, de quien no me esperaba (la verdad sea dicha) tanta eficiencia. Ayudan mucho sus pintas a lo Jack Sparrow (el de la saga Piratas del Caribe, sí); y es que otros de los aspectos a elogiar, más allá del trabajo actoral, es la impresionante labor de vestuario y localizaciones. Es digno de comentar que cuando Liseo consigue 'rematar la faena' con Nise imite los ropajes de su rival, sólo que con un tono de luto ante la tragedia amenazada por Octavia si persistía en su empeño.

No sólo los mencionados: en general, las actuaciones están bastante bien trabajadas, más allá de ciertas afectaciones que no hubieran sido inadecuadas en un auténtico escenario teatral pero que restan credibilidad a quienes caen en ellas en este medio. En esa afectación cae ocasionalmente una Macarena Gómez que, por lo demás, resulta idónea como Nise; y es que la cordobesa es capaz de despertar mucho morbo aun sin ser realmente una beldad según los cánones frecuentes. Y siempre es un placer ver a Verónica Forqué, que transmite a la perfección la crispada frustración que siente su Octavia en no pocos momentos. Es su marido quien dirige la producción, dicho sea de paso. Sin embargo, por encima de los demás destaca una espléndida Silvia Abascal, que resulta adorable en extremo como Boba y que va ganando en elegancia y, sobretodo, en belleza conforme transcurre la historia y gana en inteligencia. 

La susodicha Señorita Gómez...


Nunca me ha gustado la expresión 'de época'; siempre hace que me pregunte: “¿de qué época concreta?” Pero creo que todos nos entendemos en su uso. Y resulta muy valiente haberse atrevido (sin la popularidad de un Don Arturo Pérez-Reverte) a un film español de este calificativo. Más todavía respetando el lenguaje del manuscrito en el que se asienta, de una gran belleza en base a su gran musicalidad, pero ciertamente inaccesible: los más duros de mollera (como un servidor, sin ir más lejos) deberán de verla más de una vez para captar muchos de los matices. Duele pensar que estas rimas estaban dirigidas a las clases más bajas: en un pasaje omitido en el metraje, Lope critica la poesía ocultista practicada por otros artistas.

Es evidente que los gustos y el sentido del humor han evolucionado mucho en estos últimos cuatro siglos, y que mucho de lo que en su momento debió de ser hilarante hoy día únicamente nos provoca una sonrisa. Sin embargo, con esa sonrisa basta para gozar con una historia sin pretensiones pero ágil e inteligente; con la belleza de sus parlamentos que elevan el placer sensorial del visionado; con esa recreación tan fantástica y meritoria del Siglo de Oro español. No voy a mentir: la película no pasa de entretenida, pero hay entretenimientos y entretenimientos; puestos a elegir, este es uno más que digno.

(Además, a ver si así aprendéis a ligar como Dios manda, leñe... ¿Dónde quedaron frases tan bonitas como eso de que "el amor, con amor se paga"?)

P.D.: No he incluido más imágenes de las películas por no encontrarlas con la calidad que consideraba adecuada; espero que me sepan disculpar.

15 de junio de 2014

Cómic: 'El Cazador de Rayos'.


He aquí un tebeo que les recomiendo a todos los que quieran disfrutar de una buena historia, pero muy especialmente a quienes les guste el estilo manga y, todavía más particularmente, a quienes, por el contrario, no les guste el manga y crean que, de hecho, nunca podrá gustarles.

En el cómic, como en muchas otras áreas, tendemos a menospreciar o a desconocer mucho del producto nacional; a veces para, a cambio, ensalzar lo extranjero. Tanto es así que muchos artistas españoles han de publicar primero en el potente mercado franco-belga (capitaneado por los famosísimos Tintín y Astérix). Tal es el caso de Kenny Ruíz, un artista valenciano, formado en Granada y en Barcelona, que ha llegado a trabajar para el mismísimo Imperio Disney. Aunque contó en su realización con la ayuda de otros grandes talentos, podría decirse que El Cazador de Rayos es una de sus primeras obras como autor completo y, desde luego, es la que mejor le ha servido para catapultar su carrera en estos de las historietas. Fue publicada originalmente entre 2003 y 2007, y recogida posteriormente en un tomo unitario, editado aquí en 2008 por Dolmen Editorial.

Muestra del arte del Señor Ruíz.

La trama, ideada y articulada con muchísima inteligencia, se ambienta en un futuro desolado donde el ser humano por fin ha destrozado el planeta, vive en las ruinas de su antigua civilización y casi ha regresado a un estado salvaje. Del cielo cae una lluvia eterna y nubes negras ocultan permanentemente la luz solar. Lo único que proporciona esperanzas a la población es la fe en un salvador que les promete una supuesta profecía y que, en efecto, será al que alude el título y quien protagonizará nuestra historia. Lamentablemente, tal como ocurre en nuestro presente, son los mismos sentimientos que utilizan y manipulan los poderosos para mantener el control de las masas. El viaje del Cazador no sólo será literal si no, también, psicológico y emocional, a medida que vaya descubriendo los misterios de sus propios orígenes o el auténtico significado de la aventura que acomete. En última instancia, deberá luchar por recuperar la fe, no ya en ningún dios, sea en mayúscula o en minúscula, sino en la humanidad y en sí mismo.

Aunque el argumento es, en apariencia, sencillo, no hace falta escarbar en demasía para percatarse de una multiplicidad casi caleidoscópica de matices. Da pie a interesantes reflexiones en torno a la esperanza, la fe, la ausencia de fe y el miedo: conceptos aquí bien diferenciados pero muy interrelacionados y que conducen a otros como la verdad, el poder, la autoridad, la felicidad y la ciencia. En este apartado destaca la astucia con la que Ruíz juega con las connotaciones de los nombres bíblicos y mitológicos que les coloca a la mayoría de los secundarios y antagonistas. Estos constituyen un plantel tan variado como carismático, si bien algunos de ellos tienen muy poquito tiempo para lucirse.

Ilustración de una de las portadas.

En el aspecto gráfico hablamos de un trazo fluido, dinámico y expresivo, con un uso del color muy acertado. Las reconocidas y mencionadas influencias del cómic manga son muy claras y funciona muy bien en las escenas de acción, que transmite muchísima energía; ya sean tiroteos, persecuciones, encerronas o algunos de esos duelos de espadas que tanto le gustan y que tan bien se le dan a este autor. Pero también en las secuencias emotivas, como las que comparte el Cazador con su hija o el dulce romance que se narra en flashbacks, entre otras. El nivel de detalle por viñeta es apabullante, y tanto la atmósfera como la estética, sin dejar de ser deudores de varias influencias, resultan muy originales y están muy conseguidas. 

Descubrí este título gracias a los Hermanos Macías, grandes creadores y divulgadores del noveno arte. Al ver esa portada, con ese tipo pelo-pincho, espadón en mano y con la cara marcada, y esa mocosa con el violín, creía que me iba a encontrar ante una sarta de desvaríos poco afines a mis gustos. Para mi sorpresa, no sólo disfruté muchísimo, sino que encontré entre sus páginas todo el filón que he comentado: sin duda alguna, toda una lección autocrítica en contra de mis prejuicios. Me sentiré muy contento si con estas palabras consigo animar a alguna que otra persona, por pocas que sean, a abordar lo que considero una lectura más que satisfactoria.

8 de junio de 2014

Cómic: 'Por qué Odio Saturno'.

Por Qué Odio Saturno nació, al igual que un humilde servidor, en 1990, escrito e ilustrado por Kyle Baker y constituyendo uno de los cómics más hilarantes que haya leído nunca. La narradora y protagonista a un mismo tiempo se llama Anne Merkel y es una escritora neoyorquina tan talentosa como irritable, quejica, desastrosa y misántropa. Su vida cómoda pero insatisfactoria experimenta un revulsivo gracias a su hermana Laura, que es justo lo más diametralmente opuesta a ella misma: misteriosa, ordenada, de hábitos sanos, concienciada con el medio ambiente, con confianza en sí misma y tan apasionadamente optimista que entra de lleno, literalmente, en la locura.

Portada de la edición de Planeta.

La obra destaca, sobretodo, en dos aspectos: los personajes y los diálogos. Los primeros, todo ellos, incluyendo los más secundarios, son divertidos y entrañables; aun los que también son mezquinos o ruines de un modo u otro... que son la mayoría. En cuanto a los segundos, son simple y deliciosamente geniales: ágiles, ingeniosos, incisivos y jocosos. Muchos no tienen más razón de ser que la de exponer la demencia de nuestra realidad al tiempo que crean atmósfera y definen personalidades: una labor de por sí importantísima que, además, ayudará a la transformación personal que acabará acometiendo Anne. En este apartado destaca el rol de Ricki, su mejor amigo y, a mi parecer, un trasunto del propio autor: básicamente está ahí para servirle de interlocutor, aunque acabará acaparando parte del interés que despierta la trama.

Tan ácidos e inteligentes como los mencionados coloquios son las amargas reflexiones que se construyen a través de ellos sobre la sociedad, el sexo, las relaciones sentimentales o la humanidad en general. Esta visión del mundo (muy cercana a la que servidor comparte con mucho colegas en calidad de bohemios de barra de bar o de admiradores confesos de George Carlin) resulta muy cínica y desencantada, pero también muy divertida, aunque sea de una manera asquerosamente frívola. Un mundo tan absurdo que a veces no podemos evitar sentirnos ajenos a ello, prácticamente como alienígenas. Concretamente, alienígenas de Saturno. Precisamente Laura, a través de la locura, consigue escapar del caos y del sinsentido de nuestro planeta marchándose a otro. Irónicamente, tal vez sea lo más cuerdo en un orbe tan loco.

Sin embargo, no quiero transmitir una idea equivocada, y he de añadir que el humor y la mala leche que impregnan a partes iguales esta lectura no se encuentran restringidos únicamente a los diálogos, si no que dominan el argumento y son extensibles incluso a los hilarantes extras de las páginas finales. La historia se mantiene fiel en todo momento, si bien experimenta un giro bastante brusco cerca de su desenlace que, de todas maneras, encaja perfectamente con su tono e intencionalidad.

La contraportada de la edición de Norma.


Por todos los aspectos comentados anteriormente, amén de por la intelectualidad de los protagonistas y de la ambientación en Nueva York, ha sido muy equiparada al cine de Woody Allen, algo que no me parece en absoluto descabellado. Sin embargo conviene aclarar que, aunque puedan tener en común algunas características, el Señor Baker ofrece un estilo propio y distinto, y que las diferencias se ven todavía más remarcadas por el simple hecho de trabajar en un medio narrativo diferente.

Falta por comentar el apartado gráfico, especialmente ideado para lectores poco habituados a la narrativa del noveno arte; de ahí que la distribución de viñetas por página sea tan simple e intuitiva dentro de su elegancia. Los dibujos están conformados por trazos claros y aparentemente sencillos pero muy expresivos, en un falso blanco y negro que realmente es tricolor. También cabe destacar la disposición de los textos, que no están enmarcados en bocadillos, si no que se encuentran bajo cada viñeta, a la guisa de subtítulos cinematográficos.

El Señor Baker, en todo su esplendor.


El único problema que le encuentro es que es demasiado breve como para seguir comentándolo sin destriparlo, por lo que no puedo añadir nada más, salvo que no dudaría en volver a acudir a esta especie de billete a Saturno, capaz de hacerme volar por un buen rato.