15 de junio de 2014

Cómic: 'El Cazador de Rayos'.


He aquí un tebeo que les recomiendo a todos los que quieran disfrutar de una buena historia, pero muy especialmente a quienes les guste el estilo manga y, todavía más particularmente, a quienes, por el contrario, no les guste el manga y crean que, de hecho, nunca podrá gustarles.

En el cómic, como en muchas otras áreas, tendemos a menospreciar o a desconocer mucho del producto nacional; a veces para, a cambio, ensalzar lo extranjero. Tanto es así que muchos artistas españoles han de publicar primero en el potente mercado franco-belga (capitaneado por los famosísimos Tintín y Astérix). Tal es el caso de Kenny Ruíz, un artista valenciano, formado en Granada y en Barcelona, que ha llegado a trabajar para el mismísimo Imperio Disney. Aunque contó en su realización con la ayuda de otros grandes talentos, podría decirse que El Cazador de Rayos es una de sus primeras obras como autor completo y, desde luego, es la que mejor le ha servido para catapultar su carrera en estos de las historietas. Fue publicada originalmente entre 2003 y 2007, y recogida posteriormente en un tomo unitario, editado aquí en 2008 por Dolmen Editorial.

Muestra del arte del Señor Ruíz.

La trama, ideada y articulada con muchísima inteligencia, se ambienta en un futuro desolado donde el ser humano por fin ha destrozado el planeta, vive en las ruinas de su antigua civilización y casi ha regresado a un estado salvaje. Del cielo cae una lluvia eterna y nubes negras ocultan permanentemente la luz solar. Lo único que proporciona esperanzas a la población es la fe en un salvador que les promete una supuesta profecía y que, en efecto, será al que alude el título y quien protagonizará nuestra historia. Lamentablemente, tal como ocurre en nuestro presente, son los mismos sentimientos que utilizan y manipulan los poderosos para mantener el control de las masas. El viaje del Cazador no sólo será literal si no, también, psicológico y emocional, a medida que vaya descubriendo los misterios de sus propios orígenes o el auténtico significado de la aventura que acomete. En última instancia, deberá luchar por recuperar la fe, no ya en ningún dios, sea en mayúscula o en minúscula, sino en la humanidad y en sí mismo.

Aunque el argumento es, en apariencia, sencillo, no hace falta escarbar en demasía para percatarse de una multiplicidad casi caleidoscópica de matices. Da pie a interesantes reflexiones en torno a la esperanza, la fe, la ausencia de fe y el miedo: conceptos aquí bien diferenciados pero muy interrelacionados y que conducen a otros como la verdad, el poder, la autoridad, la felicidad y la ciencia. En este apartado destaca la astucia con la que Ruíz juega con las connotaciones de los nombres bíblicos y mitológicos que les coloca a la mayoría de los secundarios y antagonistas. Estos constituyen un plantel tan variado como carismático, si bien algunos de ellos tienen muy poquito tiempo para lucirse.

Ilustración de una de las portadas.

En el aspecto gráfico hablamos de un trazo fluido, dinámico y expresivo, con un uso del color muy acertado. Las reconocidas y mencionadas influencias del cómic manga son muy claras y funciona muy bien en las escenas de acción, que transmite muchísima energía; ya sean tiroteos, persecuciones, encerronas o algunos de esos duelos de espadas que tanto le gustan y que tan bien se le dan a este autor. Pero también en las secuencias emotivas, como las que comparte el Cazador con su hija o el dulce romance que se narra en flashbacks, entre otras. El nivel de detalle por viñeta es apabullante, y tanto la atmósfera como la estética, sin dejar de ser deudores de varias influencias, resultan muy originales y están muy conseguidas. 

Descubrí este título gracias a los Hermanos Macías, grandes creadores y divulgadores del noveno arte. Al ver esa portada, con ese tipo pelo-pincho, espadón en mano y con la cara marcada, y esa mocosa con el violín, creía que me iba a encontrar ante una sarta de desvaríos poco afines a mis gustos. Para mi sorpresa, no sólo disfruté muchísimo, sino que encontré entre sus páginas todo el filón que he comentado: sin duda alguna, toda una lección autocrítica en contra de mis prejuicios. Me sentiré muy contento si con estas palabras consigo animar a alguna que otra persona, por pocas que sean, a abordar lo que considero una lectura más que satisfactoria.

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