26 de julio de 2014

De por qué Will Smith tendría que haber sido el Capitán América.

A algunos desconocedores del tema podrá sorprenderles que un rojillo como yo se interese por las aventuras del Capitán América, o que disfrute con ellas. Sin embargo, lo cierto es que tiene un porrón de elementos que me encantan, a saber:

- Un protagonista que, a fuerza de haberlo pasado putas, tiene cierto halo trágico que lo hace interesante, simpático y accesible... A pesar de la aparente perfección física y moral que le definen o de ese patriotismo a ultranza que un servidor, al menos, no comparte.

- Tramas de espionaje y/o aventuras ambientadas en la Guerra Fría y/o en la Segunda Guerra Mundial, lo que nos lleva al siguiente apartado. 

¡Zas, en toda la boca!

- Antagonistas nazis de diseño grotesco (el Barón Zemo, el Cráneo Rojo, Arnim Zola, el mismísimo Adolf Hitler y un largo etcétera)... como los del famoso Hellboy. De hecho, el estilo de Mike Mignola es bastante deudor del de Jack Kirby, y el homenaje es más que evidente.

- Crítica al sistema social / político / económico estadounidense. Sí, han leído bien. Para verlo, nada más que hay que pillarse los tebeos que coincidieron en fecha con el Escándalo Watergate.

Richard Nixon, súper criminal de la Marvel.

A parte, también está el hecho de que me encantan Stan Lee, Roy Thomas, Gerry Conway, el mencionado Kirby y demás autores de la Marvel clásica... Pero me gustaría explayarme sobre el último punto de la lista; y es que la editorial Marvel siempre ha sido considerada muy 'progresista'. Recalco el término, ya que en mi pueblo significa 'de derechas, pero con mala conciencia'; que es el grado máximo de izquierdismo, con excepciones, al que puede llegar un yanqui medio.

La auto-proclamada Casa de las Ideas demostró y todavía demuestra a menudo esta postura: a fin de cuentas, algunos de sus iconos son constantemente perseguidos por las autoridades (a veces no sin cierta razón) y difamados por la prensa. No por ello dejan de ser menos heroicos; todo lo contrario: hacer lo correcto tiene todavía más mérito cuando sabes que no te van a recompensar por ello... Y les añade un toque de rebeldía de lo más molón. Es lo que ocurre con Spider-Man, con Hulk o con los X-Men. Que, por cierto, ¿dónde quedaron esas traducciones: El Hombre Araña, La Masa, La Patrulla-X?

El Barón Zemo y el Cráneo Rojo, por Mike Mignola.

Creer que Steve Rogers y su alter ego escapan a esa tendencia es un error... A pesar de esas pintas que lleva pero que, realmente y en todo caso, sólo le hacen culpable de un terrible mal gusto. Repito: es un error, y más cuando muchos autores le han aprovechado para exponer sus inquietudes ideológicas. Así hemos disfrutado de viñetas que demuestran un claro rechazo a la Guerra de Vietnam, a las bombas atómicas de Nagasaki y de Hiroshima o a la prisión de Guantánamo, por sólo citar algunos ejemplos; incluso a la masacre de los indígenas americanos, viaje en el tiempo mediante. En una ocasión, hasta presentaron al súper nazi Cráneo Rojo como Senador de los Estados Unidos; sutiles que son...

Pero, a pesar de ello, siempre se le ha tenido por reaccionario. En honor a la verdad, esta fama llegó a ser certera en algunos momentos de los años cuarenta o cincuenta... Pero el hecho de que esta época fuera borrada de continuidad, argucia argumental mediante, lo dice todo. A la guisa de Harry el Sucio en su segundo largometraje, el abanderado, en no pocas ocasiones, ha combatido contra versiones extremas de sí mismo: exactos a como le acusaban ser a él desde el mundo real. La intolerancia, la prepotencia, el racismo, la defensa del totalitarismo, la justificación de la violencia o de posibles víctimas colaterales...: ninguno son atributos suyos, si no propios de sus enemigos; ya esgriman la cruz gamada o las barras y estrellas que también adornan su figura.

El Capi contra su imitador de los 50.

No hace demasiado que se rumoreó el nombre del estelar Will Smith para interpretarle en la gran pantalla. Esto hubiera supuesto un cambio de aspecto bastante significativo con respecto al original, rubiales y de ojos claros. A parte de aprovecharse del innegable carisma de este actor, hubiera servido para alejarse de la reputación aludida arriba. Y por supuesto, ya de paso, para encolerizar a los más conservadores y rancios. Y, ¿por qué no? ¿Por qué no un Capitán América negro? ¿No resulta un poco irónico que alguien que lucha tanto contra el nazismo, y contra toda clase de grupos xenófobos, encarne el ideal de perfección física de sus adversarios? El propio Joe Simon, su co-creador de los cuarenta, apoyaba la idea. Claro que, si nos paramos a pensarlo, un nativo americano sería más apropiado todavía. (Ay, Neil Gaiman, tuviste la oportunidad en Marvel: 1602 y la dejaste escapar.)

Originariamente, esta idea se iba a plasmar en el llamado Universo Ultimate del año 2000; antes de que la Presidencia de Obama potenciara esta clase de transmutaciones. No cuajó y se acabó trasladando al gran personaje de Nick Furia, adquiriendo así los rasgos de Samuel L. Jackson antes de que éste le diera vida en la gran pantalla. Por lo visto, el actor es fan y quedó encantado. Para hacerse una idea de como es el original basta con recordar la versión de David Hasselhoff en Objetivo: Manhattan (1991).

Creo que éste no es Samuel...

En 2003 se publica La Verdad. Los autores son Robert Morales y Kyle Baker, que en otras obras suyas ya han explorado la discriminación que seguramente han vivido en carnes propias. Sobre este último ya hemos charlado aquí, por ser el artífice de Por Qué Odio Saturno y de otros títulos muy recomendables. En éste en concreto, los dos dejan de lado la imagen idílica que se le suele dar a la Segunda Guerra; como si aquello hubiera sido un conflicto épico entre el Bien y el Mal absolutos. Imagen de la que mucho se ha aprovechado el propio Capi, dicho sea de paso. Que nadie me malinterprete: no somos el Vaticano para negar el horror del Holocausto. Me refiero a las actitudes ostensiblemente deplorables que hubo dentro del propio bando de los Aliados. Eso incluye el racismo dentro de las tropas norteamericanas: los soldados negros no se mezclaban con los blancos, si no que luchaban dentro de sus propias unidades; éstas, a su vez, eran usadas fácilmente como carne de cañón, destinadas a las primeras filas. Al mismo tiempo, en Tuskeegee, se probaban medicamentos experimentales contra la sífilis en ciudadanos de color, a los que se dispensó un trato inhumano. Diantres, si hasta se dice que Hitler admiraba las leyes de inmigración de Estados Unidos.

Si buscan otra novela gráfica que también desmitifica bastante el susodicho conflicto bélico, les recomiendo Los Surcos del Azar, del formidable artista y compatriota Paco Roca. Lo enlaza certeramente con nuestra Guerra Civil, revelando vínculos muy interesantes y muy poco comentados entre ambas. Pero ya la abordaremos en otra ocasión.

Portada de la edición española de La Verdad.

Volviendo a la que nos ocupa: la premisa es que el Suero Súper Soldado que dio poderes a nuestro héroe fue probado antes en un grupo de afroamericanos involuntarios y desinformados, como en el Experimento Tuskeegee. Tal y como en dicha historia real, muchos murieron o sufrieron malformaciones. Durante la lectura podemos no sólo ver, si no sentir, como vidas humanas enteras son arruinadas. Sólo uno, entre tantos, desarrollará los efectos deseados, convirtiéndose así en el Capitán América; aunque el suyo tampoco será un camino de rosas. Me hubiera quitado el sombrero si su nombre real hubiera sido Steve Rogers y si hubiera sido éste el argumento adaptado en el cine... Baker y Morales prefirieron respetar el mito, de tal manera que el enmascarado que aquí nos presentan es un predecesor del que conocemos. De hecho, nuestro Steve llega a aparecer en un momento dado, demostrando el buen personaje que es. Esta opción, por lo menos, permite incluir la narración en el canon marvelita, y no relegarla a una realidad alternativa ni demás zarandajas.

Al final, fue un rubito
Chris Evans quien tomó el papel en la franquicia fílmica de los Vengadores. El chavalote se desenvolvió estupendamente, resultando creíble en todo momento y clavando la altura moral del héroe... Con gran sorpresa por mi parte, añado, ya que previamente sólo le había visto haciendo de niñatillo (tanto en Los 4 Fantásticos y su secuela como en Scott Pilgrim contra el Mundo, por ejemplo). El primer film con él estuvo dirigido por Joe Johnston, que parece especializado en este tipo de relatos y ambientaciones...
Todavía me acuerdo de su Rocketeer (1991). El cineasta supo hacer simpático a su protagonista contra todo pronóstico, a pesar de los prejuicios. Sólo tuvo que situarlo en el contexto apropiado y parodiar un poco la labor propagandística que muchos creen que tuvo en aquellos tiempos. Lo cierto es que su primera aparición, con esa (ahora) famosa portada partiéndole en los morros al mismísimo Führer, es anterior a la participación yanqui en la guerra... Lo que suscitó cierta polémica en aquel entonces. Se nota que sus creadores eran judíos.

Evans dando la talla.

En historietas recientes (que no he leído), volvemos a tener un Capitán afroamericano. Ha sido Sam Falcon Wilson (quien, por cierto, también apareció recientemente en los cines) quien ha tomado el nombre de guerra, el disfraz y el relevo de su viejo socio y colega. Siendo sinceros, éste ha sido el motivo que me ha impulsado a escribir estas líneas. Pero a pesar de ello, y a pesar de lo muchísimo que disfruto con las pelis de los Vengadores tal y como están, las del Capi incluidas... Sigo soñando con un Steve Rogers negro. Digo Steve Rogers, no ningún sosias ni ningún reemplazo, sustituto ni sucesor. Un Steve todavía más trágico y con todo en su contra, en una versión de la Segunda Guerra Mundial (y del mundo, en general) más crítica, descarnada y fidedigna a la cruel realidad. Un Steve, por todo lo anterior, todavía más heroico.

P.D.: Algún día, tendremos que tratar de la peli que hicieron del Capi en los 90... ¡Gloria bendita, oigan!

5 de julio de 2014

Dedicado a Eli Wallach.

Estos últimos días he estado lejos de mi ciudad y de mi portátil; razón de que no haya escrito hasta ahora sobre el reciente fallecimiento de Eli Wallach. Fue una de esas celebridades que parecían que nos iban a acompañar eternamente, que iban a estar siempre aquí (como diremos en un futuro -esperemos que lejano- de Stan Lee, de su tocayo Christopher o de Kirk Douglas). No es para menos, ya que el actor tenía nada menos que noventa y ocho años: una edad muy respetable... y muy envidiable.


El Señor Wallach.

Citar El Bueno, El Feo & El Malo (1968) a la hora de hablar de él es un tópico en sí mismo y le hace un flaco favor a su interesante y larga trayectoria, donde demostró una gran fotogenia acompañada de una capacidad actoral camaleónica y fuera de toda duda. Sin embargo no sólo es su film más destacado si no, también, uno de los más ligados a mi experiencia personal: me fue regalada por un grupete de colegas, hace como mil vidas ya. Digo “colegas” pero no “míos” porque, ciertamente y a excepción de uno, no lo eran: es una anécdota que no me atrevo a contar en estas líneas, pero que empezó con un rápido flechazo gracias a mi buen gusto en camisetas y terminó con un cumpleaños conjunto bastante decepcionante (por lo que a mí respecta) pero en el que, al menos, me llevé este regalazo tan espléndido.

La mencionada excepción en aquella pandilla era y es un grandísimo amigo, socio de negocios y tertuliano: fue quien escogió la película, demostrando con ello un gusto tan espléndido como el que él me atribuía a mí con esa misma elección. Desgraciadamente, muy desgraciadamente, estaba equivocado: en aquella época y con aquella edad las pelis del oeste no me atraían para nada, más bien todo lo contrario; ni siquiera los spaghetti-western como aquel. Lo prueba el fingimiento y la incomodidad con la que recibí el presente, así como el más de medio año que tardé en hacer uso del mismo. Eso me recuerda como, recientemente en términos relativos, estaba hablando de la cinematografía de Sergio Leone con una antigua compañera de clase y descubrí en ella la misma reticencia contra el género que me caracterizó a mí en el pasado: fue un poco como viajar atrás en el tiempo para reencontrarme con mi yo del pasado. En su caso, su opinión estaba más fundamentada y basada en la experiencia que la mía de entonces, respondiendo además a una visión más madura, más adulta; sin embargo, sigue pareciéndome igual de prejuzgada e igual de basada en una generalización injusta y ciega. Debí haberle explicado a grandes rasgos algunas de las premisas que manejó el cineasta romano y pedirle que las aplicara a otros marcos narrativos donde puedan aflorar aventureros nómadas, solitarios y algo despiadados, como los entresijos mafiosos del género negro o esos mundos de espada y brujería que a ella tanto le gustan. En el caso que nos ocupa: tres tipos extremadamente peligrosos, con una historia común y que se odian a muerte; cada uno de ellos en posesión de un fragmento de información inútil por sí mismo pero que, en conjunción con los demás, podría llevar a un formidable tesoro escondido... Podría haber funcionado perfectamente en los escenarios de Dragones & Mazmorras (Dragonlance, Reinos Olvidados...), en la Era Hiboria de Conan el Bárbaro o similares. No obstante, la ambientación en esta Norteamérica salvaje resulta la más apropiada: tan sucia, desértica y polvorienta (y tan relativamente barata de representar) ilustra por sí sola la ruindad y la hostilidad de este mundo cruel, así como la madera de quienes lo recorren. Una Norteamérica simulada ya que, dicho sea de paso, se rodó en Almería.

Cartel de la película.

Volviendo a mi anecdotario y dejando de lado a mi sorpresiva alter ego femenina: cuando por fin me decidí a verla me encontré con que eran las dos o las tres de la madrugada y estaba tumbado en la cama con un auténtico bellezón... Hablo, por supuesto, de mi reproductor de DVD portátil, al que quiero más que a algunas personas que conozco. En aquel entonces el comienzo me resultó algo pesado, pero no tardé en engancharme a la historia en cuanto empecé a conocer a sus personajes. Lamentablemente, es muy difícil ver un film tan largo a esas horas y, mucho menos, estando tumbado: a mitad del metraje tuve que empezar a luchar contra el sueño y, al final, acabó ganando la biología. Sin embargo, lo primero que hice al despertarme fue continuar donde la terminé.

Lo chulesco de los protagonistas, con sus frases lapidarias, así como el gran manejo de la tensión, la magistral elección de planos y la composición de los mismos, la pátina de épica que aporta (o realza) la inolvidable banda sonora de Ennio Morricone...: todo brilla en esta obra maestra, cargada de momentos y diálogos inolvidables. Prefiero no revelar nada más sobre la trama, aunque esta sea bastante conocida incluso por quienes no la han visto, tal vez gracias en parte a parodias, homenajes y guiños. Sólo quisiera señalar su elegante pero contundente alegato anti-belicista, aprovechando que se ambienta en la Guerra Civil estadounidense. El horror del conflicto armado es capaz de asquear incluso a criminales consumados como nuestros antihéroes: sólo Setencia, el 'Malo', se aprovecha y vive a su costa. 

El 'Malo', haciendo honor a su rol.

Según el título, Clint Eastwood encarna al 'Bueno', que solamente lo es de nombre porque realmente muy benigno no es, precisamente. Lo cierto es que no hace más que repetir ese Hombre Sin Nombre al que ya diera vida en las dos anteriores de Leone; no en vano, junto con ésta, se las considera la Trilogía del Dólar, aunque se puedan ver de manera independiente. (A propósito: Eastwood ha resultado ser, como todo el mundo sabe a estas alturas, todavía mejor director que actor; y en su cine, a veces, se nota la influencia del romano.) En cambio, el rol de Lee Van Cleef no podía ser más distinto al que desempeñara en el anterior capítulo del tríptico... Pero, a pesar de ello, y como no podía ser menos, con sus gestos, maneras y miradas la clava como Sentencia: incluso cuando los otros dos son pistoleros hábiles, bandidos implacables y capaces de acciones muy reprobables, éste les supera con creces en impiedad y resulta tanto aterrador como funesto en la comparación. 

Eastwood y Van Cleef están inmensos; especialmente el último, que parece haber nacido para el papel. Pero quien realmente sobresale no podía ser otro que el 'Feo': tremendamente cómico, incluso ocasionalmente patético, sin perder por ello la dignidad ni menoscabando su evidente peligrosidad; despreciable, mentiroso y guarro, pero de algún modo también entrañable y rebosante de carisma. Incluso cierto matiz trágico: esa escena que comparte con su hermano, dándole más relieve, más humanidad. Dicen que Leone quedó engatusado con él durante el rodaje, dándole más cancha y convirtiéndolo en el auténtico protagonista cuando, originalmente, iba a ser un secundario al lado del estelar Clint. Después de ver las entregas previas de la pseudo-trilogía, uno se da cuenta de que, precisamente, eran Wallach y su Tuco lo que faltaba, lo que se echa de menos, en las otras (especialmente en La Muerte tenía un Precio (1966), que sin dejar de ser bastante buena es la más endeble del conjunto). He oído por ahí que Gian Maria Volonte, tras aparecen en las otras dos, iba a repetir en ésta dando vida a Tuco pero que, por un motivo u otro, no pudo ser. Cosa del destino, supongo: hoy en día, es inimaginable que las cosas hubieran acabo saliendo de otra manera.

Don Altobello y Connie Corleone: tanta maldad en una sola estancia...

Algún tiempo después de aquella sesión en dos partes, volví a revisar El Padrino: Parte III (1991); cinta que, sin ser tan magnífica como sus predecesoras, sigue estando por encima de la media por más que la crítica se empeñe en atentar contra ella. Y me sorprendí enormemente y de manera grata cuando descubrí en ella al intérprete que nos atañe hoy: siempre había estado delante de mí y yo no me había dado cuenta, con ese abuelete hampón tan dulce, tan adorable, tan mortífero y bastardo.

Los gustos son siempre subjetivos, pero El Bueno, El Feo & El Malo se merece en todos los casos, como mínimo, una oportunidad. No queda más que decir, salvo que aquí yace Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez: ladrón, asesino, tramposo, polígamo, blasfemo, pistolero, mal hermano, peor hijo, enemigo de sus enemigos, héroe ocasional a su pesar e inmejorable personaje de ficción. Vivirás eternamente en nuestros corazones y en nuestras filmotecas.