10 de mayo de 2014

Cómic: 'Ironwood'.


Antes que nada, quiero dejar clara una cosa, y hacerlo desde un principio:

"Eros Comix". Lo dice todo.

Ironwood es un cómic porno. No erótico, no, sino directamente porno, con todas las puñeteras letras.

Y no, no voy a poner aquí ninguna de las ilustraciones más picantonas, no me las vaya a censurar el Blogger este de las narices. Aunque, sinceramente, ganas no me faltan y, buscando las que he finalmente he colocado entre estas líneas, me he encontrado con muchas que me hubiera encantado colocar.

Normalmente no me atrevería a comentar una obra de semejante cariz, aunque sólo fuera por ahorrarme comentarios réprobos, miradas escandalizadas (parece mentira que estemos en el Siglo XXI) o, peor todavía, guasas malintencionadas. Sin embargo, existen varias razones que me impulsan a ello. La principal, aunque no la única, es que me divertí bastante con su lectura. Además, ha resultado ser de los pocos tebeos de fantasía épica con los que me he leído y que me han gustado veras. 

Ejemplo de una de las páginas interiores.

Está escrito e ilustrado en blanco y negro por Brian Willingham y se interrelaciona con otros títulos suyos que, desafortunadamente, se encuentran inéditos en nuestro país. El presente sí que vería la luz en España; primeramente, por entregas, entre 1991 y 1995 en la famosa, ¡y española!, Kiss Comix. Posteriormente, le seguiría un tomo recopilatorio en 2005.

A lo largo de sus páginas, muchos lectores sabrán reconocer referencias a las mitologías clásicas o a las películas de Ray Harryhausen. En este mundo de espada y brujerías vivirá Dave Dragavon, un sinvergüenza tan encantador como misterioso. Siempre se está metiendo en problemas graves pro culpa de su estupidez y de su libido, por lo que su aparente inmortalidad le viene de perlas. Al comienzo de la trama será contratado por la hermosa capitana de un barco volador, a fin de encontrar a un prestigioso mago. Sus motivos se irán revelando conforme avance el argumento, así como los del poderoso antagonista dispuesto a sabotear su viaje.

Otro ejemplo.

Es una historieta muy sencilla, pero no por ello menos entretenida; de hecho, el autor se las apaña para introducir algún que otro quiebro bastante sorpresivo. Resulta irónico que, precisamente, la naturaleza del producto juegue en su contra en este aspecto, ya que las escenas gratuitas de sexo explícito no sólo parecen encajadas con calzador y tienden a interrumpir la narración, cargándose el ritmo. Claro que este defecto quizás no era tal en su publicación episódica original. Además, lo cierto es que estos interludios son partícipes del gran sentido del humor que impregna todos los demás aspectos y exploran, tanto visual como conceptualmente, las imaginativas posibilidades que plantea su escenario fantásticos. Lamentablemente, todo su posible efecto estimulante pierde algo de efecto si se tiene en cuenta que no estamos contemplando más que garabatos sobre papel realizados por un señor obeso y no muy agraciado. Eso sí, muy bien hechos: no se le puede negar que su pericia a los lápices es igualada por su ingenio en los guiones, haciendo notar en ambas facetas una calidad creciente conforme avanzamos la lectura.

Como era de esperar, todas sus féminas son sexualmente insaciables y lucen físicos envidiables o directamente imposibles. Pero, por lo menos, son en su mayoría personajes fuertes, con carácter y determinación. En el peor de los casos, como mínimo, son divertidas y simpáticas. De todas maneras, el todo momento se subraya lo irreal y lo fantasioso de la acción: la propia ambientación, la habitual ruptura de la cuarta pared o muchos de los chistes inciden en ello. Uno de los principales motivos de quejas contra esta clase de productos reside en que muchos jóvenes lo toman como referencias a seguir para sus propias relaciones... Lo cual es tan estúpido como confundir el espionaje real con lo que vemos en los filmes de James Bond, dicho sea de paso. En este caso, como se comenta, este peligro está atenuado.

El Señor Willingham, cortándote el rollo.

En definitiva (lo que quiere decir que no se me ocurre nada más que añadir), Ironwood es muy cachonda y muy fresca, en todos los sentidos de ambas palabras, y está francamente bien para echar un muy buen rato. Si les molesta o les incomoda su carácter sexual, pueden acudir a otros trabajos de Willingham carentes de este factor pero igualmente amenos y creativos. Sin embargo, si carecen de prejuicios (y desearía que así fuera), les recomiendo que le echen un vistazo si tienen oportunidad.

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