17 de julio de 2015

DE PETER PAN Y JAMES GARFIO.


James Barrie creó al inmortal Peter Pan motivado por la pérdida de su hermano mayor, David, con sólo trece años. A consecuencia de la misma, el trato con sus padres, y particularmente con su madre, quedó gravemente trastocado, desarrollándose en términos realmente enfermizos. También influyó su polémica relación con el matrimonio Llewelyn Davies y, más concretamente, con sus hijos. Y, por supuestísimo, su propio deseo de no crecer; la añoranza por haber dejado atrás la infancia.

Dio constancia de él por primera vez en su novela EL PEQUEÑO PÁJARO BLANCO, de 1901; sólo tres años más tarde, presentó la obra teatral donde le enfrentaría con el terrible Garfio, y donde nos revelaría el maravilloso País de Nunca Jamás, con sus hadas, sirenas, piratas y misterios, así como a la tribu de Niños Perdidos que lo puebla. En 1911, adaptó la susodicha trama a la prosa con PETER PAN Y WENDY, relato sumamente recomendable en las bibliotecas de todas los hogares con niños.

Ilustración del cómic de Loisel.


La historia es tan conocida que la introducción parece prácticamente innecesaria: una joven del Londres victoriano, Wendy Darling (textualmente, 'Wendy Cariño') le narra cuentos fantásticos a sus hermanos pequeños. No se sabe escuchada a hurtadillas por el mismísimo Peter Pan, un muchacho legendario, criado por las hadas. En una escena hermosísima, donde da caza a su propia sombra, éste se revela ante la chica y le propone llevársela a Nunca Jamás: un mundo tan mágico como sus narraciones, donde podrán vivir aventuras y donde, como él mismo, nunca jamás tendrá que crecer ni hacerse adulta.

Pese a su disfraz de relato infantil, es tan profunda que acongoja, y está cargada de simbolismo. El propio Pan, aunque con características del travieso psicopompo de Hermes, parte de la deidad griega homónima: arropado por la naturaleza, rodeado de criaturas de ensueño y ajeno, siringa en mano, a las complicaciones del mundo mortal. Sin embargo, el personaje más fascinante, el más humano, complejo y torturado, el psicológicamente mejor construido y el más lleno de contrastes, no es otro que el supremo antagonista del libreto: el capitán pirata James 'Jay' Garfio.

Jason Isaacs en la adaptación fílmica de 2003.


Aunque profundamente trastocado, Garfio viene a representar el único atisbo de madurez en un mundo de infantes; no en vano, se verá literalmente perseguido por el propio tiempo encarnado, tan inexorable como los apropiados mecanismos de un reloj y transfigurado en un persistente cocodrilo que ya le ha devorado parcialmente (y “estúpido como todos los esclavos de una idea fija”).

La impresión se refuerza por el mero hecho de que, tradicionalmente, el padre de Wendy y él sean representados por el mismo actor. Ambos, Garfio y el señor Darling, se preocupan por mantener unas modales que poco les importan, en su salvajismo, a los criajos. En el caso del corsario, su elegancia le dota de cierta superioridad frente al resto de los habitantes de Nunca Jamás, a la vez que crea un contraste aterrador con la crueldad, a veces frívola, a veces furibunda, de sus actos. Superioridad y crueldad que se reflejan, como señala el escritor, en que trate a sus esbirros como a perros... y en que éstos, como tales, le obedezcan.

Es fácil que los lectores adultos, al aproximarse al libro, se sientan más identificados con el capitán que con los supuestos héroes. Probablemente también lo hiciera el propio Barrie: no parece casualidad que compartiera con él su nombre de pila. El James ficticio tiene motivos de sobras para odiar a Pan y su pandilla, que van mucho más allá de su mano mutilada; no en vano, el retrato que hace el James literato de la infancia está preñado de dulzura y nostalgia, pero tampoco elude sus aspectos propios menos amables, como ese supremo egocentrismo que caracteriza al niño eterno.

Wendy es la muchacha que empieza a hacerse mujer; por eso, busca en Peter algo que éste, en su niñez y en su egoísmo, no puede darle: un beso que es más que un beso. Por eso se siente fascinada, aunque sólo sea momentáneamente, por un Garfio (¿su propio padre?) de caballerosas (aparentes) maneras. Es la única que vence el efecto amnésico de la isla encantada, la única que no termina de perderse en la ilusión, la que le recuerda a sus hermanos que ellos no son huérfanos como los otros Niños Perdidos y que tienen unos padres, unas responsabilidades y un mundo real al que volver. 

Cartel de la película de 1924.

Al término, no sólo Garfio encuentra su derrota: Darling reconoce al vencido navío pirata que le devuelve a sus hijos, dándose a entender que él también vivió sus propias aventuras en el pasado. Y si antes era regañón y ansiaba que sus vástagos maduraran de una vez, ahora, por fin, es capaz de comprenderlos, de ver a través de sus ojos, al haber recuperado parte de su niñez con ese recuerdo.

En definitiva, la muerte de Garfio, la redención de Darling y la adopción, por parte de éste y su esposa, de los Niños Perdidos, supone la reconciliación entre la infancia y la madurez. Aunque Peter perdure y se indiquen futuros viajes a Nunca Jamás, tanto por parte de Wendy como, con el tiempo, de sus descendientes.

Una versión desde el punto de vista de Garfio bien podría, además de darle el relieve merecido, ahondar en los aspectos más obscuros y turbulentos del argumento, convirtiéndolo en un cuento de hadas macabro. Uno que, bien tratado, no tendría por qué perder a su público infantil. Es una tarea que, en el celuloide, bien podría haber desarrollado en buenos términos Tim Burton, en su buena época (otro personaje irreal y con armas blancas en lugar de manos).

Lamentablemente, lo que obtuvimos a cambio fue la visión de Steven Spielberg, que corre por derroteros muy diferentes. De hecho, aunque sin dejar de concederle suma importancia, tampoco le otorga al líder pirata toda la predominancia que parece prometer un título como HOOK: EL CAPITÁN GARFIO (1991).

Pero, pese a las malas críticas que cosechó y pese a desaprovechar el potencial señalado, sigue siendo una de las súper producciones de aventura y entretenimiento juvenil más divertidas y entrañables del cine (¿relativamente?) moderno.

¿Los motivos? Dentro de cinco días, aquí, en MEMORIAS DE UNA MENTE EVADIDA.


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